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viernes, 11 de mayo de 2018

VERACRUZANA


NARRATIVA VERACRUZANA ACTUAL


Durante estos últimos veinte años me he visto, de alguna manera, vinculado al mundo literario mejicano y,  más concretamente, al veracruzano.  Me han unido, esencialmente, los lazos de la amistad y los de la admiración por un pueblo emprendedor y valiente, identificado, también, de alguna manera con una metrópoli Cla españolaC durante los últimos 500 años. Los amigos mejicanos que han ido creciendo con el paso del tiempo, me han ido brindando la posibilidad de ir conociendo una literatura cuyas señas de identidad se resuelven en la creación de una mitología particular y en este sentido, los poemas, los relatos y las novelas, la Literatura en definitiva, que ha estado alimentando mi ego lector me ha ofrecido una visión que, desde una primera situación mimética hasta aquella otra, desvirtuada por el momento revolucionario, se ha concretado, con el paso de los años, en una escritura basada en las imágenes de una estricta realidad. Si bien he leído mucho mejicano, más se ha concretado mi interés en lo veracruzano y así lo expuse en mi particular visión de La Literatura Veracruzana Actual, un volumen que recopilada para la Revista Literaria: Batarro, en 1995; y ahora, en esta muestra que, del mismo modo, pretende ser recuento somero, parcial y discutible, donde quiero mostrar a un conjunto de narradores veracruzanos que, cronológicamente hablando, muestran posiciones y calidades que, indiscutiblemente, contribuyen al panorama general de la narrativa mejicana actual. El sabio lector verá en todos y cada uno de ellos esa voluntad de búsqueda de propuestas narrativas de todo tipo, incluidas todas las técnicas específicas del relato: el cuento de contracción, el de situación, el combinado, la acción simbólica y la parábola, asociaciones que desencadenan acciones y determinan el desarrollo ulterior de la acción, el recurso estilístico en suma,  para un género que se considera una finura literaria, así como el escaparate de una diversidad de ambientes y situaciones que llevan a una complejidad de conflictos que pueden resultarle al lector solubles o insolubles.


Luis Leal escribía en 1966 acerca del aporte de los escritores veracruzanos al desarrollo del cuento mexicano, apuntando, además, que el iniciador del cuento moderno a la manera del norteamericano Poe, había sido José María Roa Bárcena (Xalapa, 1827- México, 1908); romanticismo, realismo, costumbrismo y modernismo acompañaron a los nombres de Rafael Delgado, Cayetano Rodríguez Beltrán, Carlos Díaz Dufoo y  María Enriqueta Camarillo; los cuentistas de la Revolución lograron protestar con su literatura contra las injusticias sociales y Lorenzo Turrent Rozas, Celestino Herrera y Mario Pavón Flores, son buena muestra de ello; los éxitso de Arreola y Rulfo alentaron a los jóvenes, Jorge López Paéz, Emilio Carballido, Sergio Galindo,  Juan Vicente Melo y Sergio Pitol,  autores que iniciaron el desarrollo bien definido ya hoy  del cuento veracrazuano.

Juan Vicente Melo

El particular acercamiento a tres generaciones diferentes, pretende mostrar al lector esa voluntad de estilo ya conseguida en la primera, y en los casos concretos de Emilio Carballido y Sergio Pitol, pilares de toda una serie de generaciones posteriores y hoy consagrados por una amplia obra narrativa; otros valores afianzados y en alza, casos de Raúl Hernández Viveros y Luis Arturo Ramos, representantes de esa edad madura que supone una obra en ciernes, interesante y en pleno proceso de producción, con un número de libros importante, y la nómina más abundante, el resto de autores cuya edad oscila entre los primeros treinta, caso de Rafael Antúnez y los veintipocos de Magali Velasco, promesas que se vienen afianzando en estos últimos años con notables obras de iniciación que, indiscutiblemente, figurarán en un futuro próximo entre lo mejor del panorama narrativo mejicano contemporáneo.
El interés por el relato corto tiene mucho que ver con la mixtificación de un género, tanto aquí en España como allí en Méjico; sobre todo porque el cuento muestra una amplia gama de posibilidades que han sobrepasado estructuras tan convencionales como las de años anteriores;  no quisiera extenderme sobre cuestiones, esencialmente, críticas que mejor que yo han ensayado eruditos tan notables como Lauro Zavala,  Mario Muñoz, Vicente Francisco Torres o José Homero, y a quienes debo conocimientos amplios sobre la materia, pero sí  aportar mi voluntad por presentar estilos y proyectos tan diversos como los que siguen  a continuación.
Carballido muestra en sus obras un estilo de altas calidades expresivas y de alguna manera sus textos responden a tres lecturas: la pérdida de la inocencia, tanto en la infancia como en la pubertad y las primeras manifestaciones de la sexualidad; Pitol se ha sentido obsesionado por la soledad y el dolor y sus personajes, que se desenvuelven en un pasado, se muestran amenazados; sus últimas obras se inclinan hacia una recreación caricaturesca de la realidad. Lo social predomina en la problemática vislumbrada en la obra de Hernández Viveros;  caracteriza  algunos personajes inmersos en los mecanismos que sostienen la economía, la política y la cultura, hasta concluir, en la mayoría de sus textos, en un humor negro que nos llevan a otro tipo de relato, de lo más insólito y en el marco actual de la vida. El desarrollo de los cuentos de Luis Arturo Ramos oscila entre la polaridad de lo real y lo imaginario, el sueño y la vigilia, la juventud y la vejez, el pasado y el presente, para llegar a la transgresión de las leyes de nuestra vida y la simbolización de todos los elementos que conforman el proceso narrativo. El resto de propuestas pertenecen al mundo de la entreveración y a los años de una mixtificación del orden de las lecturas y el mundo de la imagen, algo que puede determinar el fin del alfabeto, aunque, quizá, ellos representen la vuelta y el respeto de la escritura y su sentido último; por ello, también, algunos de estos autores conciben el relato desde una concepción idealista para concluir en las múltiples implicaciones alegóricas de la condición humana, léanse en este sentido los textos de Jaime Renán González Pérez o Victor Hugo Vázquez Rentería. Sin embargo, y por poner otro ejemplo,  los fantasmas de Antúnez empiezan a distinguir ya una forma de escritura: sus abundantes referencias literarias muestran estructuras cíclicas basadas en una realidad atroz que viene determinada por la soledad, la desesperanza o la frustración en última instancia.  La vida cotidiana ha sido, igualmente, materia prima del cuento literario y estos jóvenes no podían mostrarse ajenos, aunque en sus relatos exploran testimonios desmitificadores que denotan una intertextualidad alusiva y metafísica, en la que de igual manera combina el sentido del humor y la ironía. Ciclos que se repite en nuestros días y que nos llevarán al cambio del milenio.

José Homero

La justificación última viene explicada por el creciente interés de los lectores por el cuento literario, aquí y allá, porque la cultura de hoy se ofrece de una forma fragmentada y de esta forma se recurre al poder del medio para brindarles una crónica diaria que se diluye entre el testimonio y la ficción, y que, además, responde a las exigencias que impone el ritmo de la cotidianidad y quizá por ello se trate de leer en periódicos, revistas y suplementos de toda índole, sin que esto signifique la degradación última lo literario y  de la Literatura.
No debo olvidar el magisterio y los buenos ratos leyendo a tres maestros del género hoy desaparecidos, me refiero a Segio Galindo (1926-1993), Juan Vicente Melo (1932-1996) y Parménides García Saldaña (1944-1982); mi homenaje para estos veracruzanos ilustres en estas páginas preliminares otorgándoles el beneficio de ejercer de maestros de las generaciones presentes y de las futuras en la cuentística veracruzana     


                                                                                                                                                     Agosto-Diciembre, 1997                 

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