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jueves, 2 de febrero de 2017

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José Antonio Sáez



       El escritor y crítico literario Pedro M. Domene (Huércal-Overa, Almería, 1954) ha publicado su cuarta novela, El secreto de las beguinas (Madrid, Trifaldi, 2016), en un proceso de maduración estilística digno de ser apreciado y estimado. Tras una primera entrega Después de Praga nada fue igual (2004), que mereció el II premio de novela juvenil Los Pedroches y que fuera publicada por editorial Anaya, de la cual se han realizado dos ediciones hasta el momento; vino después Conexión Helsinki (2009), aparecida en la misma editorial, y posteriormente Las ratas del Titanic (2014); todas ellas dirigidas esencialmente a los lectores más jóvenes. En esta cuarta novela, que yo calificaría de “novela puente”, en cuanto puede observarse en ella un cambio sustancial respecto a la trama narrativa, que se complica notablemente y que la sitúa en el ámbito de un público lector mucho más amplio que el juvenil; al igual que un lenguaje urdido con voluntad de estilo, tanto más pulido y trabajado que en sus entregas anteriores. 
       El nexo de unión o el hilo conductor con sus novelas juveniles anteriores radica en los personajes de los dos hermanos viajeros que se deciden a emprender una investigación sobre un suceso acaecido en la ciudad de Brujas en el siglo XVII: el auto de fe seguido contra una forma de vida, elegida por algunas mujeres ya desde el siglo XII, que decidían libremente vivir en comunidad en un beguinato, declarados patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998 (manzana de casas unidas con un patio central y bajo la autoridad de una supervisora, pero sin formar parte de ninguna congregación religiosa ni, por supuesto, realizar votos). Estas mujeres atendían a enfermos y desamparados, regentaban escuelas y orfanatos, a la par que vivían de su trabajo relacionado con la lana, el bordado, etc. Los sindicatos recelaban de ellas porque entraban en competencia para ellos desleal y la iglesia católica las miraba también con recelo porque no estaban sometidas a ninguna autoridad eclesiástica ni masculina. Pues bien, durante el sitio de Ostende, un capitán español cae herido de gravedad y es acogido en el beguinato de Brujas. Allí es atendido por Elisabeth, una joven casada que ha sido confiada al beguinato por su esposo durante una larga estancia de éste fuera de la ciudad y con la que al parecer huye el capitán, tras el proceso inquisitorial que se les sigue a las beguinas y por el que fueron llevadas a la hoguera, tras ser cruelmente torturadas.  
       Estas mujeres, para algunos sospechosas de dejar morir a los soldados españoles que llegaban heridos, acusadas de brujería y de invocar al diablo por la inquisición, han seguido existiendo a pesar de persecuciones y devenires históricos hasta el año 2013, en que falleció en Bélgica su última representante.
       Aparentemente, la trama sigue al menos dos líneas narrativas fundamentales: una que podríamos llamar de investigación, que corre a cargo de los dos hermanos, Diego y Jorge, narrada en primera persona por un narrador autobiográfico,  testigo y partícipe de la investigación; y otra que podríamos calificar de histórica, basada en los hechos acaecidos en 1604 en la ciudad de Brujas y en el sitio de Ostende; esta segunda narrada en tercera persona por un narrador omnisciente. Personalmente, no considero que esta novela pueda calificarse estrictamente de histórica, aunque algo o mucho tiene de este subgénero narrativo. La trama se desarrolla en 28 capítulos en que se alternan los dos tipos de narradores, de manera que ello dota de amenidad a la lectura, pues se trata de una obra que se lee con fluidez.
       Por otro lado, el autor ha sabido mantener el interés del lector hasta el final de la historia, desvelando muy despaciosamente y en pequeñas dosis los detalles del “secreto” de que habla el título de su obra. Ello puede conducirnos a pensar que su propósito era escribir una novela de suspense o de intriga (también de ese subgénero reúne características esta historia), dejando un tanto la resolución del final a la imaginación del lector, para que éste saque sus propias conclusiones o realice sus propias conjeturas, por ejemplo en lo que respecta a si el personaje de Elisabeth huye finalmente con el capitán español. No todo queda definitivamente resuelto, atado y bien atado, por decisión del autor, en la resolución del conflicto, aunque sí suficientemente.
            El secreto de las beguinas supone, a mi juicio, un salto considerable respecto a las pretensiones narrativas y de estilo en el escritor Pedro M. Domene, relacionado con la búsqueda de un público lector más amplio que al que se había dirigido hasta su tercera entrega narrativa. Y es, quizá, una novela puente, con un nivel de elaboración y rigor mucho mayor que en sus tres entregas anteriores, pues supone un gran salto entre las dos orillas de un posible público lector.

                                                             Publicado en La mirada ausente
                                                                          jueves, 14 de julio de 2016









El secreto de las beguinas
Pedro M. Domene
Madrid, Trifaldi, 2016

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