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jueves, 1 de diciembre de 2016

J.M. Castellet



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J.M. Castellet

LA OBJETIVIDAD DEL ESCRITOR


              
       Este es un libro escrito hace más de cuarenta y cinco años y cuyo propósito inicial sirve aún hoy de pretexto para estar en los escaparates de las librerías, esto es, la lectura y el lector y su compromiso en una época convulsa como la de los años 50, un hecho que bien podría traducirse para el final del milenio y en el comienzo del presente. Es decir, ese repetido conflicto generacional, con evidentes resortes ideológicos motivado por unas condiciones ambientales y una voluntad de resistencia que caracteriza a los lectores de todas las edades y de todas las épocas. La hora del lector (2001), en edición definitiva, crítica y anotada por Laureano Bonet, aparece ahora en las librerías despertando el mismo interés de hace medio siglo. En realidad, las premisas en torno a la relación que se establece entre autor/lector siguen vigentes porque la visión que mantiene el autor aún hoy día es la del compromiso, un compromiso literario y un compromiso social y, esto trasciende, además, al lector como esa cadena de sucesión que empieza en la misma gestación del libro. La literatura exige una dedicación, una pasión, una tensión que no escapa a la sensibilidad del lector, es más, éste participa de ella y por consiguiente debe mostrarse dispuesto a colaborar en la empresa de servir de interlocutor y aún más de co-autor.
       Castellet habla de «literatura de la producción»y de «literatura del consumo»para demostrar de qué manera los intelectuales en España se habían acercado a los lectores tras el desastre de la guerra civil, el exilio después del 39 y sobre todo la difícil postguerra, aunque sobre todo ejerce esa labor de análisis de toda una época y se centra, esencialmente, en el concepto de novela, no sólo en España sino también en el resto de Europa. Difiere el crítico y estudioso catalán con los teóricos franceses de la nouvelle école, sobre todo de Sarraute y Robbe-Grillet, quienes también habían teorizado en La edad de la sospecha (1956) y Por una nueva novela (1963), respectivamente. Mientras el español aboga por una narrativa acusadamente comprometida, los franceses tienden a la evasión alejándose de los presupuestos humanísticos, la realidad española frente a la irrealidad francesa. Postula, como ya afirmó en su momento, Sanz Villanueva, una objetividad que se construye como un método técnico en el que se vieran implicados, efectivamente, narrador y lector, y la conveniencia de que ambos vieran su perspectiva desde diversos ángulos, con la implicación que esto presupone.
       El amplio estudio de Laureano Bonet a esta edición definitiva, no hace sino, apostillar e insistir aún más en esa libertad esgrimida por Castellet acerca de la libertad compartida entre el narrador y su público, esa tesis que sostiene que a partir de cada lectura se reinventa el mundo latente en cada ficción y por consiguiente se aleja de los presupuestos sociales, como el realismo que campeaba por la narrativa española de la época. La presente edición se basa en la primera de 1957, aunque añade algún cambio textual y suprime algunas variantes de ediciones anteriores, sobre todo la italiana de 1962 y la catalana de 1987, para quedar un texto definitivo que incorpora un amplio aparato crítico del editor del volumen.






LA HORA DEL LECTOR
J.M. Castellet
Edición crítica de Laureano Bonet
Barcelona, Península, 2001, 246 págs.

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