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sábado, 31 de octubre de 2015

Annabel Pitcher



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NUBES DE KETCHUP




     Annabel Pitcher (Yorkshire, 1982) sorprendía hace un par de años con una historia protagonizada por un niño inglés, Jamie, y una niña musulmana, Sunya, que se encontraban, en una pequeña escuela rural, tras el atormentado suceso familiar que había provocado el divorcio de los padres del primero. La novela en cuestión lleva el título, Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea (2011), y muy pronto, por el curioso tratamiento que la joven narradora hacía del drama personal de cada uno de sus personajes, sobre todo de los más pequeños, se convertiría en un fenómeno editorial tanto para lectores adolescentes como adultos. La joven Pitcher había captado la atención de la crítica especializada británica que, tras su segunda incursión en el género, habla de “unas expectativas sobradamente confirmadas… un relato conmovedor”. La nueva novela se titula, Nubes de ketchup (2013) y, en esta ocasión, cuenta la historia de Zoe, una inglesa de quince años, que esconde un terrible secreto y vive una angustiosa situación, que un día decide compartir con un sentenciado a muerte, en el corredor de la muerte de una prisión en Texas, y con quien inicia una intensa relación epistolar.
    Zoe comparte su experiencia con alguien que pueda entender y justificar las mentiras a que se ve sometida y debe inventar para su cotidiano subsistir, incluso valore los sentimientos de amistad y de traición que, tanto en su interlocutor como en ella, provocan una vida tan dramática como cruel, y así lo hará contándole a Stuart Harris sus vivencias, en un frecuente envío de cartas en primera persona, con una estructura narrativa calculada, entre los sucesos de un reciente pasado y un atroz presente, aunque soslayando en sus misivas temas tan duros como la pena de muerte, pero salpicando el relato con las explícitas experiencias propias de una adolescente que no deja de desdramatizar una situación paralela a su interlocutor sentenciado; para dosificar la ficción, en ocasiones, Annabel Pitcher encara los problemas con dosis de ironía que desembocan en un fino sentido del humor, pero sin desvelar los propósitos iniciales de su protagonista, porque a medida que el lector avanza sabrá algo más de la identidad de Zoe, donde vive y algunos de los episodios que cuenta de su vida familiar, la relación con sus padres, su hermana Dot, y otros muchos que se confunden con su imaginación.   
     Max, Aaron y Zoe, los protagonistas de Nubes de Ketchup, forman un triángulo amoroso, cuya relación irá descubriendo la joven narradora a medida que conocemos su historia, volviendo una y otra vez a un pasado que ella necesita olvidar y solo justifica con las misivas que enviará al condenado a muerte, del que sabemos nunca le devuelve razón a sus cartas. Lo mejor de esta novela, vida y relaciones familiares importan en una historia repleta de ese sentido de la culpabilidad y el sufrimiento que conlleva esconder un terrible secreto.










NUBES DE KETCHUP
Annabel Pitcher
Madrid, Alevosía, 2013

viernes, 30 de octubre de 2015

Jesús Carrasco



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INTEMPERIE


                                                               Foto. Claudio Álvarez



     Siempre se puede intentar escribir una historia universal, aunque no siempre se consigue. Tal vez, Jesús Carrasco (Badajoz, 1972), lo haya conseguido con su fábula, Intemperie (2013), su particular visión y la recuperación de esa cultura de los objetos nimios, de la vida rural y campesina de tanta tradición en este país, y de la crueldad para sobrellevar una existencia tan tremendista como real.
     Sorprende gratamente que esta novela resulte atemporal, sobresale la escasez de sus personajes que crecen psicológicamente a medida que avanzamos en su lectura, y aun mejor la narración se sostiene por el lirismo contenido en la ejecución precisa del lenguaje esgrimido, por su concreción y significado. Carrasco parte de una anécdota para contar su historia y, en torno a ella, teje un ambiente donde los elementos de lo narrado se mezclan con la calculada fortaleza del lenguaje escogido. Un niño huye de su casa familiar, de su pueblo y, sobre todo, de las garras de un alguacil de quien guarda un oscuro secreto. Las condiciones a las que se enfrenta la criatura en medio de la nada, y de una sequedad extrema, al que se añade un calor sofocante, le llevan hasta un viejo cabrero y desde ese mismo momento, el narrador parece unir sus destinos porque a lo largo de las páginas siguientes ambos luchan por su supervivencia que el mundo les parece negar en aquel inhóspito paisaje que si bien no podemos concretar, quizá podríamos aventurar por las sierras extremeñas o andaluzas. Paso a paso, Carrasco emplea con la sutileza de un cirujano, y con una extrema elocuencia verbal y sintagmática, todos y cada uno de los  contratiempos que situarán a sus personajes, al chico y al viejo, al borde la muerte, bien por hambre, sed e insolación o por las heridas que cuando el alguacil y sus hombres una vez que consiguen localizarlos, le causan sobre todo al pastor. Cada página de esta novela se convierte en un reto y pese a la escasez de personajes y la abundancia de descripción, concreción y detallismo, el lector va recomponiendo las distintas fases de una tragedia donde la muerte siempre se sitúa en la linde misma del final previsto.
      Un personaje más, mediado el libro, se incorpora a este esperpéntico paisaje de desolación, un inválido que sobrevive en una aldea abandonada hasta donde llega el chico en busca de agua y se ve sorprendido por el tullido que cuando lo captura, decide salir en busca del alguacil para entregárselo. Una vez que esto ocurre, comprendemos el inicio de la historia y justificamos, de alguna manera, el tremendo desarrollo de la misma, lo excesivo de algunas de sus secuencias e imágenes, y sobre todo la virulenta visión de la especie humana que Jesús Carrasco nos ofrece en su mejor debut literario.  













INTEMPERIE
Jesús Carrasco
Barcelona, Seix-Barral, 2013

jueves, 29 de octubre de 2015

John Boyne



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EN EL CORAZÓN DEL BOSQUE 

 

     Cuento y realidad se confunden en una historia que John Boyne (Dublín, Irlanda, 1971) propone en su última entrega, En el corazón del bosque (2012), publicado por Salamandra, su editorial habitual desde la publicación del mayor de sus éxitos, El niño con el pijama de rayas, aunque una vez más en esta ocasión, como en anteriores, Boyne reescribe algunas de las historias más famosas de la tradición universal, y en la historia del niño Barleywater observamos secuelas de Carroll y su Alicia, Collodi y su Pinocho o el más fantástico de los autores recientes de literatura juvenil, Ende en su fabulosa visión de singulares personajes, La historia interminable. Esta nueva entrega de Boyne, tan sensible como inteligente, compagina una mezcla de relato onírico, con cierto realismo mágico, bastante de ingenuidad infantil o, incluso esa dolorosa servidumbre a la realidad de una vida de la que nunca logramos evadirnos.
      El pequeño Noah Barleywater, de apenas ocho años, se escapa de casa una mañana muy temprano, mientras sus padres duermen, y tras unas jornadas se adentra en el bosque y llega a un pueblo donde descubre la tienda de juguetes más especial y maravillosa que jamás nadie podía imaginar; además, curiosamente en aquel lugar todo esta vivo, los animales hablan, los árboles se mueven, cualquier objeto tiene vida propia, y cuando se decide a entrar en la tienda, un amable anciano lo recibe y enseguida lo invita a comer para averiguar el motivo de su presencia allí. El niño intentará evitar el verdadero motivo de su huida y, ante las reticencias manifiestas, el anciano le contará buena parte de su vida otorgándole así al relato esa posibilidad de crear una fábula sobre las difíciles decisiones que uno debe tomar en esta vida, el dolor que nos suponen ciertas decisiones o la verdad a que nos debemos enfrentar para que cuando lleguen tomemos la actitud más correcta. Noah escucha perplejo la apasionante existencia llevada por el anciano que, tras mucho deambular, fabrica esos maravillosos juguetes. Solo al final del relato se dará cuenta del gran remordimiento que este viejo tiene por todas esas promesas hechas y nunca cumplidas, quizá como las suyas y siente que está a punto de haber caído en la misma trampa de Pinocho, que años antes, había abandonado también a su padre, Gepeto.
    Este final solo se aprecia en pequeñas dosis, por esa magistral capacidad de Boyne para unir el puzzle con que configura su historia, aunque las evidencias al personaje de Pinocho no dejan duda alguna desde la mitad del libro, y la moraleja que introduce el irlandés es la capacidad humana de sobreponerse al mundo de la fantasía, siempre y cuando no queramos permanecer en él.











EN EL CORAZÓN DEL BOSQUE  
John Boyne
Barcelona, Salamandra, 2012

miércoles, 28 de octubre de 2015

Eloy Tizón



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TÉCNICAS DE ILUMINACIÓN

      El arte de sugerir es, tal vez, la mejor definición esgrimida por propios y ajenos sobre la cuentística de Eloy Tizón (Madrid, 1964), que vuelve al mundo del relato, tras Velocidad de los jardines (1992) y Parpadeos (2006), y en esta ocasión, con una decena de buenos cuentos, que titula, Técnicas de iluminación (2013), el envés de un mundo poco compresible, quizá porque sus cuentos, o sus relatos y, en una definición más certera, sus piezas narrativas, convergen en una vaguedad que se aleja de los presupuestos canónicos sobre el género, pero que una vez leídos generan la misma inquietud de concentración e inquietud que el clásico relato corto al uso.

        Muchos de los relatos de Tizón ofrecen una suerte de alusiones, sugieren y nunca especifican, y el narrador ensaya esta técnica, precisamente, en aquellos cuentos de factura más tradicional, aunque soslaya la redondez de los mismos provocando en el lector una inquietante sensación de no ver nunca explicada la actitud tanto de los personajes como del narrador, y ocurre, sin duda, en “Ciudad dormitorio”, el recuerdo de una mujer que debe viajar desde el extrarradio hasta el centro comercial donde trabaja, y se pregunta cómo subsistir en un mundo, presente, para ella extraño y degradado; también, en “Manchas solares” o “El cielo en casa”, el desdichado recuerdo de la pintora Elisenda y su agitada vida en el pasado; ejemplos salpicados entre otros que abogan por mezclar un cierto aire de abstracción o alegoría simbólica que desdibuja el sentido del relato y nos aleja de esos planteamiento antes expuestos, o de una visión más concreta como ocurre en “Fotosíntesis”, una virtuosa y estratégica sucesión de secuencias de excelente factura, que ofrecen al lector una síntesis previa al conjunto completo, con una prosa excepcional y una acertada técnica narrativa, y lo mismo podemos afirmar de “Volver a Oz”, relectura del mito, sin una aplicable explicación.
        El mundo literario de Tizón trata sobre la felicidad, sobre la soledad, sobre el egoísmo y la explotación que ejercemos sobre los otros y, también, sobre el amor y el desamor, y es así como sus personajes se nos aparecen como víctimas, pierden y renuncian a seguir existiendo, como aquel que tira su cartera y sus llaves a una alcantarilla para no ser identificado, porque en muchos de ellos sus vidas resultan tan sombrías como el peso que les supone de seguir adelante, en medio de tanta hostil banalidad. Lo mejor de la prosa de Eloy Tizón es esa suerte de técnicas de iluminación que armoniza y transparenta imágenes, y solo él es capaz de crear porque a día de hoy sigue siendo el maestro de la sutileza verbal, del ritmo acompasado de las palabras y del valor de una prosa que se carga de sensualidad, y que solo cuando se deviene en cierto aire lírico se vuelve exquisita.


 









TÉCNICAS DE ILUMINACIÓN
Eloy Tizón
Madrid, Páginas de Espuma, 2013

martes, 27 de octubre de 2015

Kurt Vonnegut



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EL CARTERO DEL CRETINO



     De Kurt Vonnegut (1922-2007) se ha escrito que fue la conciencia negra en Estados Unidos, y que el conjunto de su obra provocaba escozor, además de ser auténtico desobediente, visionario y un humanista profundo. Conocido por su novelas, La pianola (1951), Las sirenas de Titán (1959), Matadero 5 (1969) o El desayuno de campeones (1973), y las colecciones de relatos, Mire al pajarito (2009), la antología, Mientras los mortales duermen (2012), y la más reciente, y póstuma, La cartera del cretino (2013), que ahora publica en España, la recién creada editorial Malpaso, y que recoge los últimos cuentos encontrados entre los papeles del escritor, y que hasta la fecha no habían sido publicados.
        Seis relatos, un pequeño ensayo y un texto de ciencia-ficción sin acabar, que mantienen ese trazo satírico, tan oscuro como reflexivo, tan cómico como irónico habituales en Vonnegut, cuyas historias se mueven entre la desesperanza, o el optimismo y que, entre otras muchas cosas, nos sumergen en los rincones más oscuros del alma. Detalles de la vida cotidiana, tiempos vividos, como ocurre en el primero de estos relatos, “Entre tibio y Tombuctú”, el recuerdo de un joven pintor acerca de su esposa recientemente fallecida en un trágico accidente, con la muerte siempre presente en su vida; en, “Roma” ofrece una carga de finísimo humor, un relato donde Melody, una guapa joven de dieciocho años, descubre como el mafioso de su padre es un auténtico hipócrita, y es capaz de tergiversar su percepción de la realidad hasta límites insospechados; “Paraíso junto al río” una historia de adolescentes con la sorpresa final que, tal vez, pueda escandalizar por sus implicaciones; en el relato que da título al conjunto, “La cartera del cretino” muestra el arte del manejo de una cartera de valores de bolsa y cuanto esto pueda/ deba suponer en una vida común; lo bueno, lo mejor de esta vida, la visión de mujeres hermosas y bellas, ocurre en “Señorita Snow, está usted despedida”, una historia vital de amores y perdones; y en el último relato, “París, Francia”, el amor es tratado, en esta ocasión, desde el punto de vista de tres parejas diferentes, tres perspectivas, para llegar a una conclusión, “que el amor es una cosa bastante rara”.
        Muchos de sus cuentos, en general, se basan en la descripción del paisaje humano que queda tras la rápida acumulación de un exceso de bienestar, o de una vida en busca de ese stablishment norteamericano, o mejor dicho, tras sopesar las posibilidades reales de alcanzar dicho estatus. A Vonnegut le basta con abrir los ojos para tener un cuento. Insiste en un tono moral, quizá más presente y de un modo más sutil, sarcástico y punzante, en sus novelas, aunque siempre queda perfilado y delimitado en sus textos breves. Ofrece caricaturas de la América de su tiempo —el empresario avaro, el fracasado, el triunfador frívolo y espiritualmente vacío, el representante de ventas, abogados, o jubilados ociosos— y aunque su crítica, en ocasiones no profundiza, se muestra como un francotirador que dispara al encuentro de su objetivo, y así sus historias, también se resultan algo moralistas. 











EL CARTERO DEL CRETINO
Kurt Vonnegut
Barcelona, Malpaso, 2013


lunes, 26 de octubre de 2015

Desayuno con diamantes, 58



ADIEU, TRISTESSE
Bonjour, tristesse, celebraba 60 años en 2014, después de su publicación en 1954.             
   "La gente que escribe libros rara vez son intelectuales. Los intelectuales son gente que hablan sobre los libros que han escrito otros." 



   Una jovencísima Françoise Sagan (Cajarc, Lot, 1935-Honfleur, Normandía, 2004) se convirtió tras la publicación de su primera novela, Buenos días, tristeza (1954), en un fenómeno editorial que conmovió a la sociedad francesa del momento. Autora de algunos éxitos narrativos posteriores, escribió teatro y algunas, poco afortunadas, incursiones en el mundo del cine con guiones de escaso éxito, sus obras fundamentales fueron traducidas a las principales lenguas europeas y al resto del mundo. Los historiadores y sociólogos franceses opinaron que la década de los 50 iba a representar para Francia el inicio de una nueva época; tal vez, por este y otros motivos, la obra de una desconocida Françoise Sagan provocó un auténtico revuelo en diciembre de 1954, a quien calificaron como “la hija de su tiempo” porque su novela supuso un ajustado testimonio, un modo nuevo de entender la existencia que, tras comenzar a fraguarse en la década de los cincuenta, marcará las décadas siguientes y se convertirá en una parte de la conciencia de los países occidentales. Francia había vivido dos períodos de postguerra que provocarían un profundo análisis de conciencia colectiva y desembocó en la asunción, por parte de la intelectualidad francesa, de una auténtica lucha de ideologías: existencialismo, surrealismo, marxismo, cristianismo, que sentarían las bases de un nuevo concepto de hombre y de su realidad. Este desarrollo intelectual provocó una literatura comprometida, que sembraría interrogantes y respuestas sobre los aspectos y las dimensiones humanas. Sin embargo, la sociedad francesa de la década, la vivida por una adolescente Sagan, ha despegado económicamente, y más bien sufre esa crisis de identidad que surge tras la guerra y la constitución la IV República, entre 1946 y 1958. El escritor se situará al margen de una ciudadanía ávida por vivir, conocer el mundo de la información, los modos nuevos de existir y las diversiones, así que el ambiente literario se repliega y surge la denominada generación de “los hijos de Hiroshima”, o “los hijos del absurdo” porque simbolizan una sociedad que ha perdido sus señas de identidad; una explicación de la existencia humana para abordar nuevos proyectos: los movimientos de liberación femenina, las mejoras en las condiciones de vida de la clase obrera, el sistema educativo con un nuevo replanteamiento y el papel de la cultura en una sociedad moderna, cuyos efectos desembocarán en las revueltas estudiantiles de Mayo del 68. La bonanza económica francesa, iniciada entonces, impulsará una dinámica social que invitará al resto de sociedades occidentales a la avidez del consumo, al goce inmediato en todos los ámbitos por ese intercambio económico europeo llevado a cabo, y la cultura, o la diversión se entenderán como un fenómeno de masas, incluso la literatura sustentada hasta el momento por la burguesía y sus gustos clásicos, llega a un público atento a la imagen que le proporcionan los medios; es decir, se leerá en función de la promoción publicitaria, el premio otorgado, o la notoriedad por el escritor/a de moda en cuestión. En este ambiente de un giro total hacia paisajes distintos, la Francia liberada y el respiro de jóvenes deseosos de mostrar al mundo sus ansias de libertad y de cambio, en ese mundo narrativo Françoise Sagan ofreció, Buenos días, tristeza.



La nueva novela
    Una nueva generación de novelistas elaborará desde la década de los 50 una producción que se desentenderá de los planteamientos cruciales de carácter universal, así la novela para ellos deja de ser un lugar de propuestas y debates para convertirse en una historia contada con amenidad e ingenio, en la que tienen cabida ingredientes autobiográficos que lleven al lector a ese deseo de evasión. La Nueva novela empezará por entonces a conocer sus primeros frutos, una época de convivencia donde la novela de corte más tradicional como Buenos días, tristeza convivirá con El mirón (1955), de Robbe-Grillet y La consagración de la primavera (1954), de Claude Simon, auténticas bombas para la narrativa de corte clásico. De auténtico fenómeno sociológico sería calificada la novela de Sagan, divisa perfecta de un modo de entender la escritura, un saludo juvenil de helada delicadeza y que por su contenido se convirtió  en un auténtico escándalo que sorprendió al público lector.

Buenos días, tristeza
   La novela en su calidad de testimonio social o como auténtico documento de renovada necesidad en que la literatura tiende a recrear esa difícil adolescencia, influirá de un modo decisivo en la existencia de una conciencia colectiva francesa. Y la propia Sagan supo asumir y utilizar, tanto en su vida diaria como en el resto de su obra, este primer paso literario que, según manifestación propia, le permitiría ser libre, su auténtica pasión, y proporcionarle libertad para disponer del tiempo y del espacio. En realidad, Buenos días, tristeza sirvió como un auténtico pistoletazo de salida para el resto de una vida y un ejercicio literario marcados por el signo de la velocidad más absoluta. Tras ese primer éxito, las sucesivas publicaciones de la joven narradora quedarán entreveradas con la crónica de su vida más personal, complementada por los medios de comunicación que daban cumplida cuenta de sus actividades, mezclando la crónica sentimental con su leyenda de vividora y consumidora de todo tipo de estimulantes, así como de su acentuada vida nocturna. La novela de Sagan se inscribe en esa tradición especialmente característica del panorama literario francés del momento, novela de análisis psicológico escrita en primera persona, un tipo de relato que conduce el narrador en la totalidad de su existencia, o en una determinada parte de su vida a resaltar, confirmando que su discurso es de lo más fidedigno. Así en Buenos días, tristeza, Cecilia, la protagonista, es una jovencita de diecisiete años, que está dispuesta a cualquier cosa para no perder esa dolce vita que lleva junto a su padre, Raimundo. Huérfana desde los cuatro, Cecilia se ha criado en un colegio, de donde salió para unirse al jolgorio familiar. Su padre es un rico heredero juerguista, mujeriego y vividor que convierte su vida en una auténtica fiesta. Cecilia lleva junto a su padre una vida despreocupada, frívola y libertina hasta que él invita a Ana, antigua amiga de la madre de Cecilia, a pasar las vacaciones con ellos en una villa en el Mediterráneo. Ana personifica todo lo que ellos no son: mesura, sensatez, aceptación de las normas; el padre se enamora hasta tal punto que decide casarse con ella, quien a su vez se preocupará como una madre por Cecilia, implicándose en sus estudios y proporcionándole una buena educación. La joven se debate entre la voz de su conciencia, que le habla de la conveniencia de convivir con una mujer cabal, y sus instintos de supervivencia, que le avisan de que Ana acabará con la extravagante forma de vida que, tanto su padre como ella, han llevado hasta ese momento.




     El compromiso de Ana y Raimundo coincide con los primeros escarceos amorosos de Cecilia, y Ana trata de evitar que la joven corra demasiados riesgos. Cecilia, que ha crecido sin el amor de una madre, se ve tentada por las atenciones maternales de Ana; pero al mismo tiempo, sus ansias de libertad y la dulcificación de su vida le llevan a urdir un plan para librarse de la prometida de su padre, porque Françoise Sagan dibuja una Cecilia inteligente, fría y manipuladora y no le costará trabajo alguno en convencer a su joven enamorado y a la ex amante de su padre para que interpreten una absurda comedia, trampa en que cae Raimundo, personaje inconsistente, aunque Cecilia no calculará un detalle que terminará en tragedia. El principio y el final de la novela forman un círculo temporal perfecto, y la vida de ambos personajes principales, hija y padre, no cambia. Es, sin duda, la regla de oro de una vida disipada, no preocuparse en exceso por nada, aunque haya razones para ello, y Cecilia sabrá que nunca volverá a ser la misma, tras una auténtica tragedia posible.

Fortuna de Sagan en España             
     Traducidas, sus obras importantes, el fenómeno editorial llegaría a nuestro país el mismo año de su publicación en Francia, una traducción encargada por Plaza & Janés, una presencia constante, que para los lectores españoles supuso el acceso a un universo de costumbres y una visión de la vida que chocaba frontalmente con la sociedad del momento. Años después, dos libros singulares ofrecían otra perspectiva de la narradora y que, si no figuran entre su ficción, aportan esa íntima visión desgarradora y tóxica en que se convirtió su vida tras el éxito de Bonjour, tristesse. El Cobre Ediciones publica en 2009, Desde el recuerdo, una obra autobiográfica escrita con su habitual estilo directo, algunas de las pasiones que la llevaron a sonados escándalos, y a consumar una vida al límite. La buena vida, las excentricidades, el juego, fueron sus pasiones. Habitual del boulevard de Saint Germain, solía verse con Juliette Greco, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, moradores de un París de profundas ideas revolucionarias, repleto de excesos de todo tipo. Los nombres de Billie Holiday, Tennesse Williams, Carson McCullers, Orson Wells, Rudolf  Nureyev y, sobre todo, Jean Paul Sartre, conforman la agitada existencia de alguien que provocaría escándalos en su existencia, privada y pública, además de los excesos que el alcohol y las drogas le permitieron. Con una prosa clara y contundente, los textos ofrecen opiniones sin reservas y expresan esa combinación de cinismo, sensualidad e indiferencia, característica de su prosa, o de su propia actitud. Sagan escribe sobre quienes admira, sobre las tragedias vividas por esos personajes, atormentados como ella, y a través de esta colección, diez textos en total, ofrece un sincero retrato de sí misma. Escribe con ese entusiasmo juvenil y evoca algunos de esos aspectos favoritos que conformaron su propia vida: el sol, el ocio, los coches, ciertas compañías, o sus lecturas adolescentes: Gide, Camus, Rimbaud o el eterno Proust. Y ofrece, esa lucida visión de vértigo conque llevó su ludopatía, cuando prácticamente buena parte de su adolescencia y madurez se desarrolló sobre los tapetes verdes de Saint-Tropez, y quedó reducida a la débil sombra de aquella joven despreocupada por el éxito de su primer libro, porque solía divagar acerca de lo presentido, y todo lo observaba, con una candidez casi infantil. ¿En qué se parece la tragedia a la vida? Parte de la respuesta está en Desde el recuerdo, buena ocasión para volver sobre la narradora tras algunos años de silencio y de sufrimiento.
     Ático de los Libros rescataba, Tóxica (2010), un joya autobiográfica donde la autora desmenuza sus intentos para desengancharse de una droga a la que se había vuelto adicta por culpa de una medicación. Sagan intentaba exorcizar sus fantasmas internos a lo largo de esos días, y llevó un diario sobre su internamiento. El breve volumen, apenas 96 páginas, permaneció oculto hasta 2009, cuando se publicó en Francia, cinco años después de la muerte de la narradora, ocurrida en 2004 a los 69 años. La autora no se puso límites y decidió liberarse a partir de la redacción del cuaderno, así lo advierte ella misma en la primera página de Tóxica: “En el verano de 1957, tras un accidente de automóvil, fui presa durante tres meses de dolores lo suficientemente desagradables como para que se me administrase a diario un sucedáneo de la morfina "875" (Palfium). Al cabo de estos tres meses estaba lo suficientemente enganchada como para que se me impusiera una estancia en una clínica especializada. Fue una estancia corta, pero durante la cual escribí este diario que volví a encontrar el otro día». En ese tiempo, buscará refugio en lecturas, en algún momento placentero, le sucede con Apollinaire o con Proust, pero también un sentimiento de derrota y hasta de ironía cuando el libro que está leyendo no es de su agrado, lo afirma respecto a “El libro sobre Baudelaire es decididamente de un débil mental. Me empiezan a doler los brazos. Mala señal. El libro de Céline es bastante espantoso. De hecho, me plantea una pregunta: cuando salga de aquí, ¿puedo o no llevar cien mil francos a Céline? Me parece que es la pregunta que debería plantearse todo lector atento”. El libro, en su conjunto, sin pulir, ofrece un texto aparentemente rápido en su escritura, aunque el planteamiento de este tipo de textos resulte insólito en la literatura.


domingo, 25 de octubre de 2015

Caricaturas



   La caricatura ha sido desde el comienzo de la historia un tipo de representación exagerada de unos personajes o de unos hechos con el fin de poder trasmitir un mensaje, una idea, la mayoría de veces sarcástica sobre una cuestión determinada.
   Es por este motivo que desde siempre, el hombre recurrió a realizar una serie de trazos bien expresivos, bien simbólicos, pero tremendamente simples con los que trasmitir ideas por medio de las imágenes y así llegar a un mayor número posible de espectadores a los que convencer de tales ideas.

   La caricatura es un tema más interesante de lo que a primera vista pueda parecer. Ya Azorín escribía en 1913 a propósito del humorismo: “El capítulo de eutrapelia, del divertimento espiritual es sumamente importante en la historia del desenvolvimiento humano; haciendo la historia de la ironía y del humor, tendríamos hecha la sensibilidad humana y consiguientemente la del progreso, la de la civilización. La marcha de un pueblo está en la marcha de sus humoristas”. Baudelaire por su parte opinaba: “Sin duda alguna, una historia general de la caricatura en sus relaciones con todos los hechos políticos y religiosos, graves o frívolos, relativos al espíritu nacional o a la moda, y que han agitado a la humanidad, resultaría una obra gloriosa e importante”. Por su parte Gombrich ponía de manifiesto la trascendencia de la labor del dibujante cómico: “El dibujante por desdeñable que sea su calidad artística, tienen más probabilidades de impresionar en una campaña de odio que el orador de masas y el periodista.”
   Su interés radica, no ya sólo en la calidad de las obras (quienes siguen los vaivenes estilísticos del momento) sino en la enorme cantidad de información que estas humildes obras pueden proporcionarnos pudiendo asistir y revivir todos los acontecimientos, desde los más triviales a los más importantes y además podemos hacernos una idea perfectamente clara de la forma de pensar de aquellos individuos en aquellos momentos. Por todo ello el humor gráfico nos proporcionaba información en tres aspectos importantísimos: el cultural, el estilístico y el sociopolítico.


sábado, 24 de octubre de 2015

Cristina Sánchez Andrade



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LAS INVIERNAS


     Los ecos de Valle-Inclán, Fernández Flórez, Cunqueiro e, incluso, del mejor Torrente Ballester, resuenan en la fábula que, Cristina Sánchez-Andrade (Santiago de Compostela, 1968), nos ofrece en Las Inviernas (2014), la historia de dos hermanas, Dolores y Saladita, que siendo aun niñas se vieron obligadas a abandonar la España posbélica tras las depuraciones y represiones del régimen, para volver muchos años después a su pueblo, Tierra del Chá, que a sus ojos se convierte en un lugar tan mágico como recóndito de la Galicia profunda y rica en leyendas, a donde llegan para reanudar una vida truncada en el pasado y, de alguna manera, recomponer parte del misterio en torno al principal personaje de su familia: el abuelo.
     La aldea es tan pequeña que todos se conocen, guardan sus pequeños secretos, y conviven envueltos en misterios sin aclarar, unos y otros ven como su existencia ha sido reprimida por un suceso ocurrido en el pasado. Sánchez-Andrade conforma, sobre todo, un pintoresco daguerrotipo de personajes tan curiosos y llamativos, casos del cura don Manuel, el maestro Rosendo, o el no menos chocante y extraño, Ternoamor que oculta una singular condición y se dedica a restaurar dentaduras utilizando piezas arrancadas de cadáveres. A ellos se une la vieja vidente, Violeta da Cuqueira, cuyas artes se confunden con el escenario lúgubre, la pertinaz lluvia y el permanente olor a tierra húmeda, otro de los exponentes narrativo-descriptivos de este excepcional relato. Pero lo que se ven rechazadas ambas hermanas es por un secreto relacionado con su abuelo Reinaldo, personaje no menos singular, cuando descubren que este estaba relacionado con la oscura compra de cerebros de los vecinos para su posterior estudio. Su presencia, por consiguiente, agita las conciencias de los lugareños que les devuelve un pasado que se particulariza en algunos de ellos, la viuda de Meis, Tristán, el caponero, o el niño Ramonciño y su inesperada muerte, acontecimientos con que se conforma el resto de la novela. Incluso las Inviernas arrastran su propio secreto que pretenden olvidar una vez asentadas en la aldea, lejos de un pasado dejado atrás. Sánchez-Andrade recurre a una alternancia temporal, presente y pasado, para situar las escenas que complementan a una narración lineal, las dos hermanas y su pequeño mundo, aunque no deja de constatarse el destino de ambas y su relación con don Reinaldo, perseguido en los difíciles años de la represión y de la suerte que le llevó a la muerte, como otro más de los episodios sangrientos de que está salpicada esta novela, Las inviernas, aunque abundan las escenas de sensibilidad y de ternura frente a la barbarie y horror, que se ven compensadas con esa moral estricta que impone la narradora, y con el ejercicio y la destreza de una prosa extremadamente clara, elegante y directa que envuelve en la lectura al lector y no deja en ningún momento mal sabor de boca.














LAS INVIERNAS
Cristina Sánchez Andrade
Barcelona, Anagrama, 2014

viernes, 23 de octubre de 2015

Llucia Ramis



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TODO LO QUE UNA TARDE MURIÓ
CON LAS BICICLETAS



     Un verso del poema, “Sistemas”, de Pere Gimferrer, sirve a Llucia Ramis (Palma de Mallorca, 1977) para titular su nueva obra, Todo lo que una tarde murió con las bicicletas (2013), un texto que, de alguna manera, puede resultar inclasificable, aunque supone, por encima de todo, contar la verdad de toda una vida, salpicada con una buena dosis de ficción. Infancia y educación afloran por estas páginas, además de una profusa y explícita biografía de algunos de los miembros de toda una saga familiar que se remonta a cuando los abuelos belgas se asentaron en la isla de Mallorca.
     El narrador, obviamente, Llucia Ramis, afirma que forma parte de una generación catástrofe que ya se anunciaba algunas décadas antes, ella se ha convertido en una desencantada treintañera que se ve obligada a ocupar la habitación de su casa familiar, sobre todo para subsistir en un futuro inmediato. En el relato, Ramis narra sus impresiones de una familiar destartalada, alterna presente y pasado con una calculada contención, sin que una nostalgia desmedida aflore en sus páginas, y sobresalga su entereza al transcribir la realidad a que se ve sometida. La naturalidad, la espontaneidad, incluso el tenso lirismo de muchas de estas páginas forman parte de una improvisación que convierte una materia familiar y doméstica en un auténtico relato, cargado además de un hiriente sarcasmo y de un finísimo hilillo de humor que desdramatiza muchas de las situaciones vividas por su autora y del resto familiar, incluidos encuentros y desencuentros que siempre toman a la realidad como testigo y dejan, en el presente, constancia de ella. Algunos fragmentos y situaciones invitan a seguir leyendo un texto de autorreferencias constantes, como la sorprendente luz que ciega al abuelo a su llegada a Palma que hace que este se sienta hechizado por el paisaje el resto de su vida; o la madre que, como seudo-protagonista, emerge rememorado como ejemplo de entereza tanto en su dislocada juventud como en su vida familiar. Muchos de ellos son personajes que tienen algo que decir, actores que no contemplan la posibilidad de estar callados. Quizá por eso, también sus diálogos resultan hábiles y chispeantes, a veces, profundos que cuantifican el proceso de crecimiento de estos personajes desde la niñez y la adolescencia hasta su llegada a la madurez.
     Ramis, tampoco, descuida su pasión lingüística, e identifica el catalán como el principio de toda una autenticidad, la verdad que permite transformar nuestra vida sea cual sea, en una lengua propia.












TODO LO QUE UNA TARDE MURIÓ
CON LAS BICICLETAS
Prólogo de José Carlos Llop
Llucia Ramis
Barcelona, Libros del Asteroide, 2013